Empieza la lucha contra la marea de plástico



Hay que terminar contra la cultura del "usar y tirar". Los expertos aplauden la directiva de la UE para terminar con los envases y utensilios de un solo uso, pero piden que sea solo el primer paso.

El plástico contamina desde que nace hasta que muere. Ya durante su fabricación, cuando requiere de procedimientos industriales agresivos y energía no renovable, el plástico genera sustancias contaminantes a la atmósfera. Ello es así porque no deja de ser un derivado del petróleo y su elaboración produce químicos tóxicos que contribuyen al calentamiento global. Durante su vida útil en la vida cotidiana, los envases de este material pueden afectar a la salud, según alertan cada vez más estudios. Y, en su fase final, cuando son abandonados en el mar o en tierra firme, desatan una cascada de impactos de todo tipo. Su ingestión por parte de la fauna marina es la cara más conocida del problema, pero estos materiales liberan también a la atmósfera, durante su lenta descomposición, sustancias que generan efecto invernadero, como el metano y el etileno.
La decisión de la Unión Europea de prohibir, a partir de 2021, utensilios tan cotidianos hoy en día como cubiertos, platos, bastoncillos de algodón, pajitas o palitos de globos representará un importante avance, en opinión de los expertos. Además de prohibir la comercialización de estos materiales, los recipientes de alimentos y los vasos de plástico deberán reducirse drásticamente. Y el 90% de las botellas deberán recogerse de aquí a 2025 mediante el sistema de retorno al vendedor. Este conjunto de medidas deberá ser trasladado a las leyes nacionales en dos años.
“Nunca ningún bloque de países había dado un paso como este”, se congratula el responsable de Campañas de Greenpeace de España, Julio Barea, quien no duda en señalar que la citada directiva “tendrá un efecto práctico importante sobre el medio ambiente”. Las entidades conservacionistas afirman que el problema, sin embargo, es mucho más grave y “se deberían haber añadido otros materiales en la listas de prohibiciones”. Por ello, la normativa afecta sólo a la “punta del iceberg”, si bien “es un primer paso importante”, reitera Barea.
Sea como sea, el Consejo Europeo afirma que se evitará la emisión de 3,4 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera y se impedirán daños ambientales en Europa que costarían 22.000 millones de euros de aquí a 2030.
“Se ha encontrado plástico incluso en el agua embotellada que bebemos habitualmente y que nos parece tan saludable y, además, la Agencia de Protección Ambiental de Dinamarca ha detectado que en el plástico que se usa para envolver alimentos hay hasta 132 sustancias problemáticas, entre ellas algunas sospechosas de ser cancerígenas”, afirma Barea. “En este material se emplean miles de aditivos, incluido el Bisfenol A, que es un disruptor hormonal” muy peligroso. “Pero es que incluso la sal marina que usamos para cocinar tiene microplásticos. Un estudio científico elaborado el año pasado demuestra que “el 90% de las marcas de sal de mesa incluyen microplásticos en su producto”. Para el estudio se investigó sal procedente de diez salinas españolas.
Científicos como el investigador del CSIC en el Centro de Estudios Avanzados de Blanes (Girona) Rafael Sardà alertan de que debe actuarse más allá de Europa si se quiere ser eficaz. “La mitad de la contaminación global de la Tierra a causa de los plásticos procede de diez ríos en concreto, y todos ellos están en África y Asia”, informa. “Estamos ante un problema global y, por tanto, lo que se haga aquí de poco servirá si no se actúa también en otras partes”, añade. Aunque admite los efectos positivos de la norma europea, recalca que “el siglo XXI debe ser el siglo de la colaboración” entre países e incluso continentes, “porque, si no, no hay salida”.
Sardà subraya la actuación individual de los ciudadanos a la hora de comprar y consumir. “En este siglo hemos de terminar con la cultura del usar y tirar. La población está creciendo muchísimo y no podemos seguir haciendo lo mismo que hemos venido haciendo hasta ahora”, señala. Además, “en este mundo los problemas crecen a un ritmo mucho más rápido que las soluciones que les aplican”. De ahí la importancia de la conducta de cada persona en concreto.
En estos dos años que quedan hasta la entrada en vigor de las nuevas medidas, España deberá reformar su legislación sobre residuos para adaptarla a la UE, algo que, según los expertos consultados “no resultará muy difícil ni requerirá demasiado tiempo”. Pero ya hay una comunidad autónoma, Baleares, que se ha adelantado al Gobierno central y a Europa. El Parlament balear dio luz verde en enero a esta norma, que prevé multas de entre 300 euros y dos millones para quienes la incumplan. “Es una ley pionera y valiente”, ha afirmado el consejero de Medio Ambiente, Vicenç Vidal, quien ha recordado que “el mejor residuo es aquel que no se genera”.

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